Una fría y lluviosa tarde de febrero, como todas las del invierno londinense, la señora Wilkins, que estaba hojeando The Times, se topó con este sorprendente anuncio: « A quienes aprecian la glicinias y el sol. Se alquila amueblado pequeño castillo medieval italiano a orillas del Mediterráneo durante el mes de abril. Personal de servicio incluido.» Acto seguido, cerró los ojos y se imaginó en la Riviera italiana, lejos de la niebla y, sobre todo, ¡lejos de su marido!
Un mes y medio después, cuatro inglesas que formaban un estrambótico grupito llegaron a San Salvatore, donde no tardarían en despertar al calor de la primavera, cada una a su manera, y en redescubrir una emoción que hacía años que tenían enterrada: la alegría de estar vivas y sentirse libres... una experiencia que produciría cambios insospechados en sus vidas.