Verde en el tejado no es una novela romántica, pero cuenta una historia de amor. Narra el momento vital de Olivia Lobo, que está en lo que Dante llamó en el medio de la vida, cuando ya no alcanzas a ver su inicio, pero tampoco vislumbras el final: cuando puedes permitirte hacer cualquier cosa.
Olivia tiene cuarenta y pocos años, una hija que vuela sola, un matrimonio en salvavidas, y trabaja en el despacho de abogados familiar, pero quiere abrir un atelier de flores con la herencia que le ha dejado su madre, una mujer que se fue a morir con ella, sin haber intentado la vida jamás.
Olivia será capaz de enfrentarse a su futuro, entendiendo su pasado —un pasado familiar difícil— gracias a la peculiar relación que entabla con otra mujer, Virginia, una acuarelista que pinta flores y vive en la ciudad de Verona.
Verde en el tejado es una historia de amistad, emoción y superación. Un relato donde la empatía, la bondad, el perdón y el amor en todas sus vertientes son una especie de activismo. Un texto lleno de flores y libros, tan sencillo como sutil y bello. Inolvidable.
Sin embargo, más allá de la ficción, cuando termina esta novela empieza otra historia: una verídica. Allí donde se muestran las cartas que inspiraron el relato, cartas que la autora intercambió con la artista e ilustradora Sarai Llamas. «Porque otras cosas sucedieron mientras se escribía esta novela, sólo había que alzar la vista, ver la hierba en los tejados. Inventar un dolor y un amor, para aliviar otro dolor y otro amor».