En el siglo actual, el hambre de ordinario ha ido de la mano de las guerras, las crisis políticas, la corrupción, la autocracia, la plutocracia, las desigualdades sociales, la marginación, la desidia o la incompetencia de muchos gobernantes, su perfidia y deslealtad traicionera hacia sus pueblos, o de la falta de previsión sobre fenómenos naturales adversos, entre otros factores que se analizan en este libro. Observando medio centenar de países, el autor se centra en cómo los actos, el orden de prioridades y las decisiones políticas tomadas, o su ausencia (por omisión), condicionan que la gente pase hambre. El hambre o la subalimentación crónica es, evidentemente, una violencia física y directa, que puede incluso matar a las personas que la sufren durante un período de tiempo. Pero es también una violencia estructural, en la medida que hay unas condiciones económicas, políticas y sociales que la promueven, mantienen y perpetúan.