Como todo lo nuevo, la doctrina espiritista tiene adeptos y contradictores. Vamos a procurar contestar a algunas de las objeciones de estos últimos, sin abrigar, empero, la pretensión de convencerlos a todos, ya que hay gentes que creen que para ellas exclusivamente fue hecha la luz. Nos dirigimos a las personas de buena fe que no tienen ideas preconcebidas o sistemáticas, por lo menos, y que están sinceramente deseosas de instruirse, a las cuales demostraremos que la mayor parte de las objeciones que se hacen a la doctrina nacen de la observación incompleta de los hechos y de un fallo dictado con harta ligereza y precipitación. [] Para muchas personas la oposición de las corporaciones sabias es, si no una prueba, por lo menos, una poderosa presunción en contra. No somos nosotros de los que gritamos contra los sabios: ¡A ese!, ¡a ese!, porque no queremos que se nos diga que damos coces al asno, sino que, por el contrario, los tenemos en mucha estima, y nos creeríamos muy honrados siendo uno de ellos, pero no siempre puede ser su opinión un juicio irrevocable.