Tu alma, que ama a la mía, se entreteje con ella en un tapiz del Tíbet. De haz en haz, con colores de amor, un cortejo de estrellas a lo largo del cielo. Descansan nuestros pies en el tesoro de una malla de mil y mil anchuras. Dulce hijo del Gran Lama en el trono de almizcle, ¿durante cuánto tiempo tu boca besará la mía y mejilla contra mejilla hará un tejido multicolor de horas? «Un viejo tapiz tibetano»