Al este de Alemania comienza una región, resquebrajada por varias guerras y catástrofes, que a los europeos sigue resultándonos ajena. Por ese territorio que atraviesa Rusia y llega a Oriente, y por las trincheras políticas y humanas que se abren a través de él, nos guía Navid Kermani. Desde Colonia —su ciudad— hacia el oeste hasta el Báltico, y luego en dirección sur, cruzando el Cáucaso, de camino a Isfahán —de donde proceden sus padres—, el viaje lo lleva por la zona de asentamiento judía de la época zarista, por las tierras de sangre de la Segunda Guerra Mundial y por la grieta que existe entre este y oeste, allí donde la Guerra Fría no ha terminado.
Kermani contempla las ruinas de culturas destruidas, así como las huellas de la devastación, tanto antigua como reciente. Pero sobre todo conoce a personas desgarradas por tener que tomar partido para encontrar un hogar y conseguir cierto bienestar. Con solo unas pinceladas, describe tiendas que se conservan como en tiempos de la Unión Soviética, cafés de moda y un ambiente distendido pese a estar cerca del frente y no poder librarse del miedo al otro, sea quien sea. Con una mirada certera que repara en detalles que hablan por sí solos, Kermani nos transporta hasta regiones olvidadas, en las que todavía hoy se sigue escribiendo la historia.