Apoyándose en los metros clásicos, los versos de Victoria León buscan la armonía con una lengua natural sin excesos retóricos y un tono contenido,ajeno a grandilocuencias o violencias verbales. La misma brevedad epigramática de los treinta poemas, que introducen variaciones sobre una serie de imágenes centrales, refleja esa contención. Estructurado en torno a la experiencia de la pérdida, el libro, que posee un marcado carácter narrativo, de crónica de una andadura vital, tiene algo de cancionero amoroso y también de descenso a los infiernos. La autora plantea los términos de una redención que no ignora que el dolor y la soledad son el precio necesario de esa secreta luz que, paradójicamente, nace de ellos y les da sentido, y es también la materia esencial con la que se construye a su entender la poesía lírica: una forma de autoconocimiento individual que supone indagar al mismo tiempo en el alma humana, en lo común y universal que es la raíz de toda manifestación artística.