El escritor muestra la gesta como un acto irreductible, sin ningún juicio moral, estético o político. 'Zidane observaba el cielo de Berlín sin
pensar en nada, un cielo blanco de nubes grisáceas y reflejos azulados, uno de esos cielos ventosos inmensos y cambiantes de la
pintura flamenca. Zidane observaba el cielo de Berlín sobre el Estadio Olímpico aquella tarde del 9 de Julio de 2006, experimentando
con una intensidad desgarradora la sensación de estar allí, simplemente allí, en el Estadio Olímpico de Berlín, en ese preciso instante,
la tarde de la final de la Copa Mundial de Fútbol'