Antoni Gaudí produjo uno de los legados arquitectónicos más extraños y heterodoxos que pueden encontrarse en la época contemporánea. Durante su propia vida se le definió como «arquitecto monacal, loco», y, de hecho, la reacción a la obra de Gaudí ha estado siempre en los límites del amor o del odio.
Walter Gropius, fundador de la Bauhaus, lo consideraba un genio técnico, mientras que Pablo Picasso lo veía más parecido a un reaccionario santurrón. Sus métodos y técnicas para diseñar edificios han inspirado a varias generaciones de arquitectos.
En su Cataluña natal, es un héroe: un triunfador, promotor y salvador de la cultura de la nación catalana. Para los fieles católicos, es el arquitecto de Dios. Sin embargo, Gaudí amaba la naturaleza y deseaba extrapolar sus principios básicos a una arquitectura majestuosa y humana. y, de hecho, la reacción a la obra de Gaudí ha estado siempre en los límites del amor o del odio.