Joris Luyendijk sabía tanto como cualquier hijo de vecino sobre los misterios de la actividad financiera: apenas un par de tópicos. Hasta que le encargaron explorar las aguas del dinero. Durante dos años de inmersión conversó con ejecutivos y secretarias, con entusiastas y escépticos, con triunfadores y derrotados; interrogó a más de doscientos individuos que rompieron el código de silencio para sacar a la luz las entrañas de la fiera. Algunos incluso reconocieron que en el año 2008, tras el hundimiento de Lehman Brothers, acopiaron alimentos, compraron oro y prepararon la evacuación de sus hijos al campo. Casi todos coincidieron en que los hábitos no han cambiado. Nadie, en el fondo, entendía nada.