El hecho pasó casi desapercibido. En enero del 2015, en Rusia, los altos funcionarios, los gobernadores regionales y los cuadros directivos del partido Rusia Unida reciben un singular obsequio de Año Nuevo procedente de la Administración presidencial: ¡libros de filosofía! Se trata de obras de pensadores rusos de los siglos XIX y XX. Si Gogol resucitara nos describiría a estos imponentes personajes, acostumbrados a los restaurantes más elegantes y a los buenos coches, sudando tinta con la lectura de unas páginas llenas de especulaciones sibilinas. Pero no queda otro remedio que aplicarse y pasar las noches devanándose los sesos. El mismísimo presidente ha citado recientemente a estos autores en varios discursos cruciales, así que hay que tratar de entender lo que ha querido decir. Por lo demás, los más perseverantes han encontrado en estos libros una serie de fórmulas que resuenan extrañamente, como una reminiscencia de otros tiempos: el papel de guía de la nación en una democracia auténtica, la importancia de ser conservador, la preocupación por anclar la moral en la religión, la histórica tarea del pueblo ruso frente a la milenaria hostilidad de Occidente...
En este ensayo, Michel Eltchaninoff trata de responder a la pregunta que todo el mundo se hace desde la anexión de Crimea, episodio que en Rusia se ha elevado a la categoría de acto fundacional. ¿Qué le pasa a Putin por la cabeza en este comienzo de siglo imprevisible? La filosofía rusa bien podría ayudarnos a comprender su estrategia en el momento actual, cuando los profetas del conservadurismo, de la «Vía Rusa» y del «imperio eruasiático» cobran fuerte impulso en el Kremlin.