Con ocasión del primer centenario del nacimiento de Ludwig van Beethoven, Richard Wagner publicó el breve ensayo Beethoven (1870), en el que construye, siguiendo el pensamiento de Schopenhauer e inspirándose en las ideas estéticas de Goethe y Schiller, toda una teoría de la música, esa experiencia que nos fusiona con la totalidad de la naturaleza, acercándonos al infinito, un más allá de la belleza: lo sublime, «algo que nos colma y que excita en nosotros el éxtasis de la consciencia de lo ilimitado». Beethoven, «el modelo de músico», elevó lo estético a la categoría de lo sublime, liberándolo de las antiguas formas convencionales, conquistando así la melodía que su genio, encarnación del espíritu alemán, emancipó de todo influjo a la moda y todo mudable gusto, creando una música «válida para todos los tiempos». Wagner le atribuye haber conseguido un modelo de música sinfónica para formular el canto, con su Novena Sinfonía.