En 1882 Emilia Pardo Bazán polemizó con los críticos literarios más prestigiosos de su tiempo, defendiendo un tipo de novela naturalista que fuera compatible con la libertad moral del ser humano. Al mismo tiempo, como escritora, se planteó el reto de escribir novelas que demostraran en la práctica sus tesis. El resultado son varias obras de tendencia naturalista, entre las que destaca Los pazos de Ulloa (1886), la mejor de sus novelas. En ella se traza un amplio y vigoroso cuadro del mundo rural gallego, que se convierte en escenario del choque de unos personajes embrutecidos contra otros, sensibles y delicados. El ancestral conflicto entre campo y ciudad, entre civilización y barbarie adquiere aquí una dimensión moral, ya que está en juego la definición de la naturaleza humana, siempre oscilante entre el instinto y la razón.