Desaparecido prematuramente, Perich fue un humorista irreductible, negro, comprometido, genial, ácido siempre. Y tal vez su constante combate contra la censura franquista, a la que toreó repetidas veces («Desde hace una temporada la universidad se está volviendo muy gris.»), y su permanente compromiso le han colocado en una posición coyuntural, como si su humor sólo sirviera para ese momento y, sobre todo, contra ese tiempo. Nada más falso. Este Autopista, cuyo título es una parodia sangrante del Camino de Escrivá de Balaguer, se compone de una máximas que por una parte, y convenientemente referenciadas, serían una crónica de la España franquista y el mundo de esa época, y por otra, una serie de pensamientos humorísticos y sarcásticos perfectamente válidos hoy. Es inútil lamentarse por lo que Jaume Perich hubiese podido escribir hoy. Y por eso es de justicia no olvidar lo que ya escribió y ver que las cosas no han cambiado tanto como nos creemos.