Soy Marta, ¡y puedo hablar! Todo comenzó el día que me dieron de comer una sopa de letras. Nadie sabe cómo, pero desde ese momento no paré de hablar, hablar y hablar... Porque parece que las letras fueron hacia mi cerebro en lugar de hacia mi estómago. Desde entonces cada día me tomo un buen tazón de sopa de letras para seguir hablando, aunque a veces mi familia preferiría que no lo hiciera porque, desde que sé hablar, no he parado de meterme en líos...