Desde el inicio de la crisis, los ciudadanos han sentido el reproche constante de "haber vivido por encima de sus posibilidades". Pero, muy al contrario, la inmensa mayoría de la población ha vivido por debajo de unas mínimas posibilidades de dignidad por la constante imposición de un decrecimiento infeliz, es decir, de una severa austeridad, unas constantes contrarreformas socioeconómicas, un aumento de la pobreza y la precariedad, etc