La pasión de Rodin por la arquitectura fluye por los dibujos de pórticos, columnas, capiteles, cornisas y molduras, ejecutados todos ellos desde una línea ligera, dinámica, desbordada en cientos de arabescos andantes, que revelan las tensiones y los límites a los que toda obra construida debe enfrentarse: un transitar entre el aire y la materia, entre la idea y su ejecución, entre la palabra y la imagen, entre la armonía del arte clásico y la convulsa belleza presente en la obra de su admirado maestro Miguel Ángel.